Amistades en Órbita: Dejar ir el Control y Disfrutar la Conexión
¿Alguna vez has sentido culpa por no ser igual de constante con todas tus amistades?
Hace un tiempo, una consultante vino a la sesión sintiéndose súper culpable porque no era igual de constante en su comunicación con algunas amigas y con otras sí. Sentía que esto implicaba darle más importancia a unas personas que a otras, lo cual le generaba incomodidad. Lo que más le pesaba era la idea de que, al hacer estas diferencias, tal vez estaba fallando como amiga. Le habría encantado poder tratarlas a todas igual, sin ninguna distinción.
Desde pequeñxs nos enseñan a ordenar todo bajo una visión lineal, casi mecánica. Nos ponen calificaciones numéricas en la escuela, comparan nuestro desempeño y lo catalogan en escalas. De alguna manera, esta forma de organizarlo todo también se extiende a las relaciones. Sin darnos cuenta, terminamos midiendo nuestra forma de vincularnos: ¿Es esta amistad “mejor” que aquella? ¿Debería hacer más esfuerzos por equilibrarlo todo? Pero… ¿realmente las relaciones humanas pueden entenderse bajo estas lógicas? ¿Tiene sentido buscar una uniformidad que no refleja la riqueza de nuestras conexiones?
La trampa de medirlo todo
Es interesante preguntarnos por qué sentimos esta necesidad de medir y comparar. Tal vez la respuesta está en que queremos sentir que todo está “en orden,” bajo control, evitando malentendidos y resentimientos. Sin embargo, ¿qué pasa cuando aplicamos este enfoque a las amistades? No tarda mucho en surgir el malestar, porque las relaciones humanas no siguen reglas matemáticas.
Cada conexión que cultivamos es diferente, única en su naturaleza y propósito. Imagina que tienes una amiga, Sofía, con quien te ríes hasta que te duele la panza. Cada vez que salen juntas, es pura diversión y buena vibra. Sofía es la persona perfecta para despejar la mente, pero tal vez no es a quien llamarías si estuvieras pasando por una crisis emocional profunda. Para esos momentos difíciles, probablemente acudirías a Paula, esa amiga que siempre encuentra las palabras correctas cuando tu mundo se tambalea, aunque no sea la primera en proponerte un plan de fin de semana.
Ambas amistades tienen su propia magia. No es que una sea más valiosa que la otra; simplemente ocupan lugares distintos en tu vida, como planetas girando en sus órbitas, con ritmos y trayectorias únicas. Pensar que debemos mantener todas las relaciones en el mismo nivel solo genera frustración. En lugar de buscar uniformidad, podemos celebrar las diferencias y permitir que cada amistad ocupe el lugar que le corresponde.
Las galaxias amistosas
Las amistades se parecen mucho a las galaxias: en cada una de ellas hay cuerpos que giran, se acercan, se alejan, y entran en diferentes fases de silencio y cercanía. Hay amigxs que desaparecen por un tiempo y luego reaparecen como si nunca se hubieran ido. Otras conexiones permanecen más distantes, pero eso no significa que dejen de ser significativas. Como estrellas que brillan a años luz, algunas amistades nos tocan de formas sutiles. Basta ver una historia suya en redes sociales para sentir alegría porque les está yendo bien, sin necesidad de intercambiar palabras.
Es bonito imaginar que cada amistad crea su propio micro-universo, un pequeño sistema de valores, recuerdos y lenguajes compartidos. No todas las estrellas brillan con la misma intensidad, pero todas tienen su luz particular. Y así, cada amistad trae consigo su propio sentido, aportando algo distinto que no se puede replicar en otro vínculo.
Anécdotas de órbitas distintas
Recuerdo la historia de Julia, otra consultante, que me contó cómo había perdido contacto con Clara, su amiga de la universidad. Pasaron dos años sin hablarse, hasta que un día Julia vio una foto de Clara en un viaje a la montaña y sintió una nostalgia inesperada. “No hablamos hace siglos, pero verla feliz me alegró el día,” me dijo. Esa misma semana le envió un mensaje corto: “¡Qué linda tu foto! Me alegra verte tan bien.” No hubo una conversación larga después, solo ese pequeño gesto. Pero para Julia fue suficiente: saber que, aunque sus órbitas se habían alejado, seguían compartiendo un tipo de cercanía que no necesitaba de constancia para existir.
Las relaciones son como las galaxias: hay momentos de cercanía y fases de distancia. Algunas amistades entran en pausa, y otras resurgen tras años de silencio. Esto no significa que una amistad en pausa haya terminado; solo ha cambiado de fase.
También he conocido casos en los que las personas se presionan por mantener todas las relaciones activas todo el tiempo, como si una amistad que entra en pausa fuera una amistad perdida. Pero las pausas son inevitables, y a veces saludables. Imagina lo agotador que sería si cada planeta de una galaxia tuviera que girar a la misma velocidad y sin descanso. Las amistades, como los astros, necesitan espacio para respirar.
Reinterpretando el “equilibrio”: dejar de controlar y aceptar los ciclos
Quizás el verdadero reto no sea intentar mantener todas las amistades en un mismo nivel, sino aprender a aceptar que cada relación tiene su propia dinámica. Algunas se mantienen vibrantes y cercanas por años, mientras que otras aparecen y desaparecen, como cometas que vuelven cada cierto tiempo. No hay una única forma correcta de ser amiga, y eso es lo que hace que las conexiones humanas sean tan fascinantes.
Reconocer estas diferencias nos libera del peso de la comparación y la culpa. Permite que cada relación fluya a su manera, respetando los ritmos individuales sin expectativas rígidas. Así como no esperamos que todas las estaciones del año duren lo mismo ni que todos los días tengan la misma energía, tampoco deberíamos exigir uniformidad en nuestras conexiones.
Aquí tienes algunas reflexiones que pueden ayudarte a soltar el control sobre tus amistades:
• ¿Qué amistades me aportan algo valioso, aunque no hablemos a diario?
• ¿Hay vínculos que intento mantener solo por obligación o miedo a perderlos?
• ¿Puedo aceptar que cada relación tiene su propio ritmo sin sentir culpa?
Conclusión: ¡Déjate llevar por las órbitas!
Pensar en nuestras amistades como galaxias nos permite entender que cada relación tiene un propósito y un momento adecuado. Algunas están ahí para hacerte reír, otras para sostenerte en los momentos difíciles, y muchas simplemente existen en silencio, pero siempre están presentes de alguna forma.
Tal vez, en lugar de intentar mantener todo bajo control, lo que necesitamos es aprender a dejarnos llevar por las órbitas. Permitamos que nuestras amistades fluyan, aceptando que cada una brilla con su propia luz y tiene su propio ritmo. Porque, al final, lo que hace que las galaxias amistosas sean tan especiales no es su uniformidad, sino la diversidad de sus trayectorias.
¿Qué tal si hoy permites que una amistad fluya sin expectativas? Envía un mensaje breve a alguien especial, sin preocuparte por el tiempo o la distancia. A veces, un simple “me acordé de ti” es suficiente.
¿Te identificaste con alguna parte del texto? Deja en los comentarios cómo has vivido tus amistades y qué has aprendido al soltar el control. ¡Compartir tu experiencia puede inspirar a otras personas!
Un abrazo con amor, Belén 🧚🏼