La Ansiedad: Escuchar las Voces Antes de que se Conviertan en Gritos
Quiero invitarte a hacer una pausa y poner atención a ti misma. ¿Cómo te sientes? ¿Cómo está tu cuerpo? ¿Qué te cuentan tus pensamientos? Espero que esta pausa te permita tomar consciencia de tu ser en este momento y de tus necesidades.
La ansiedad tiene muchas caras y se manifiesta de formas únicas, no solo de persona a persona, sino también en distintos momentos del día o de nuestra vida. Es escurridiza y, si no le damos espacio para expresarse, siempre encontrará una salida, ya sea a través de pensamientos, tensiones en el cuerpo o cambios en nuestro comportamiento.
La ansiedad y sus formas de manifestación
En mi experiencia como terapeuta y en mi propia vida, he observado cómo la ansiedad puede tomar diferentes caminos. A veces llega disfrazada, enmascarada de hábitos o sensaciones que podrían pasar desapercibidos si no estamos atentas. Aquí algunos ejemplos:
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A través del cuerpo:
La ansiedad no expresada a menudo se manifiesta físicamente, generando síntomas como:
• Dolores de cabeza
• Tensión en el cuello y hombros
• Problemas digestivos
• Fatiga constante
Muchas personas acuden al médico pensando que tienen alguna enfermedad, cuando en realidad su cuerpo les está pidiendo que escuchen las emociones no procesadas.
Una consultante tenía migrañas frecuentes. Tras explorar, descubrimos que cada episodio coincide con momentos de sobrecarga emocional en los que siente que no puede pedir ayuda o expresar lo que necesita.
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Pensamientos repetitivos o rumia mental:
La mente ansiosa suele quedarse atrapada en bucles de pensamientos repetitivos sobre situaciones pasadas o preocupaciones futuras. Esto puede llevar al agotamiento mental e impedir que disfrutemos del momento presente.
Es común en las personas (y a veces me incluyo) no dejar de pensar en todas las cosas que podrían salir mal en el trabajo. Más de alguna vez me pasó que desperté en medio de la noche repasando mentalmente cada posible error para calmarme, pero eso solo alimentaba más mi ansiedad 😟.
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Distracción excesiva:
La ansiedad también puede disfrazarse de hiperactividad. Nos mantenemos ocupadas constantemente, ya sea con trabajo, redes sociales o una vida social activa, como una forma de evitar enfrentarnos a lo que sentimos.
Una mujer me comentaba en sesión que siempre tiene algo que hacer: entre eventos sociales, ejercicio y proyectos personales, apenas tiene tiempo para sentarse a respirar. Cuando le pregunté cómo se siente realmente, se quedó en silencio, no había querido detenerse a sentir. Ahí descubrimos que su agenda ocupada era una forma de escapar del miedo a sentirse sola.
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Cambios en los hábitos alimenticios o del sueño:
Los cambios en la alimentación y el sueño son señales importantes de ansiedad. Estos pueden incluir:
• Comer en exceso
• Saltarse comidas
• Insomnio
• Dormir en exceso
Estos cambios suelen aparecer cuando ignoramos lo que nos preocupa o sobrepasa.
Una clienta notó que últimamente come sin control cada vez que llega a casa del trabajo. Al profundizar, descubrimos que usa la comida para llenar el malestar emocional que siente al no disfrutar su trabajo actual. No es (para nada) poco común que se acceda a la comida como mecanismo de regulación emocional.
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Irritabilidad y sensibilidad emocional:
La ansiedad también puede mostrarse como cambios de humor repentinos, irritabilidad o sensibilidad exagerada. Estos síntomas suelen indicar que las emociones han estado acumulándose sin ser expresadas.
Una persona me compartió que últimamente discute con su pareja por cosas insignificantes. Al trabajar juntas, nos dimos cuenta de que esas discusiones son la forma en que su ansiedad está saliendo a la superficie.
¿Qué significa el “estallido” de la ansiedad?
Cuando hablamos del estallido de la ansiedad, nos referimos a ese momento en el que las emociones que hemos estado ignorando o evitando se vuelven tan fuertes que ya no pueden ser contenidas. La ansiedad empieza como una pequeña incomodidad, una señal sutil que nuestro cuerpo y mente nos envían para alertarnos de algo que necesitamos atender. Sin embargo, si seguimos ignorando esas señales —esas emociones no procesadas o esos pensamientos acumulados—, la ansiedad se va intensificando hasta que, finalmente, explota.
Este estallido puede manifestarse de muchas formas:
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Ataques de pánico: con síntomas como palpitaciones, dificultad para respirar, sudoración y sensación de pérdida de control.
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Explosiones emocionales: estallidos de ira o llanto, incluso por situaciones que parecen pequeñas.
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Crisis de llanto repentino: necesidad repentina de llorar, sin una razón aparente, como resultado de la sobrecarga emocional.
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Irritabilidad intensa: irritabilidad inusual y constante, reaccionando de manera exagerada a situaciones cotidianas y generando conflictos.
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Bloqueo mental o parálisis: incapacidad de actuar o pensar claramente, quedándose “paralizada” frente a tareas o decisiones.
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Aislamiento repentino: desconexión abrupta de las actividades sociales y a evitar la interacción con los demás, como una forma de protegerse del estrés adicional.
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Dolores físicos severos: Dolores de cabeza intensos, tensión muscular o dolor de estómago son los más comunes.
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Impulsos autodestructivos: deseos de involucrarse en conductas impulsivas o autolesivas como forma de liberar la tensión acumulada.
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Insomnio extremo: episodios de insomnio prolongados, en los que la mente se llena de pensamientos intrusivos.
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Fatiga abrumadora: Sentirse totalmente agotada y sin energía, llevando al cuerpo a un estado de colapso temporal.
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Cambios en el apetito: La ansiedad reprimida puede manifestarse como comer en exceso o perder el apetito, dependiendo de cómo la persona intenta regular sus emociones.
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Sensación de vacío o desconexión: estado emocional en el que una persona se sienta desconectada de sí misma o experimente una sensación de vacío profundo.
Aprender a escuchar antes del estallido
¿Qué pasaría si en lugar de huir de estas señales, aprendemos a escucharlas? La ansiedad no es un enemigo; es una mensajera que nos indica que hay algo dentro de nosotras que necesita atención. Cuanto antes reconozcamos su presencia, más posibilidades tendremos de gestionarla de manera saludable.
Quiero invitarte a reflexionar: ¿Cuándo fue la última vez que te permitiste simplemente sentir lo que estabas sintiendo, sin intentar distraerte o “arreglarlo”? Tal vez es el momento de preguntarte:
- ¿Estoy escuchando las señales de mi cuerpo?
- ¿Qué pensamientos me repito constantemente?
- ¿Estoy evitando emociones a través de la distracción?
- ¿Qué cosas pequeñas están alterando mi estado de ánimo más de lo normal?
¿Cómo podemos empezar a escuchar?
La clave está en cultivar la presencia. Esto no significa eliminar la ansiedad, sino aprender a reconocer sus señales tempranas y atenderlas con compasión. Aquí algunas ideas:
- Prácticas de respiración consciente para reconectar con el cuerpo y darle un momento de calma.
- Escribir un diario emocional para poner en palabras lo que sentimos sin filtros ni juicios.
- Hablar con alguien de confianza antes de que la ansiedad se acumule demasiado.
- Practicar la autoaceptación: Recordar que está bien no tener todo bajo control y que todas atravesamos momentos difíciles.
Mostrar vulnerabilidad con nosotras mismas es un acto de valentía. Escuchar esas voces suaves antes de que se conviertan en gritos puede ser el primer paso hacia una vida más armoniosa y equilibrada.
Te animo a que empieces a escuchar las señales de tu ansiedad. ¿Estás lista para aceptar tu vulnerabilidad y dar el primer paso hacia una vida más sana? ¡Atrévete a escuchar y a cuidar de ti misma!
¿Cómo crees que se manifiesta tu ansiedad y qué haces para darle el espacio que requiere? Déjame tus reflexiones en los comentarios, ¡me encantará leerte! Te envío un abrazo amoroso, Belén 🧚🏼